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Hay artículos que fueron muy usados en su tiempo, incluso más que eso: fueron imprescindibles para la entonces vida moderna. Verdaderas maravillas del avance tecnológico, hoy muchos de ellos merecen ya la categoría de piezas de museo, aunque todavía hace algunos lustros se podían ver -y comprar- en cualquier lado.
Muchos crecimos viéndolos comúnmente en casa; vienen a mi mente, entre otros, los siguientes:
- Las válvulas termoiónicas o bulbos (post del 14 de mayo de 2010). Sin ellas era imposible pensar en un aparato electrónico, ya fuera televisión, radio, equipos de control industrial, etc. Fueron sustituidas por los transistores, con lo que los equipos se hicieron mucho más pequeños, livianos y confiables (revise este post del 13 de agosto de 2010 para ver un radio portátil anterior a la era del transistor). Contra lo que se pudiera pensar, la muerte de los bulbos no fue rápida: todavía en la década de 1970 eran bastante comunes las televisiones con estos componentes.
- Los discos de vinilo (para un ejemplo vea este post del 7 de agosto de 2010). Su reinado fue largo, y su muerte rápida. Fueron desplazados hasta inicios de la década de 1990, cuando el disco compacto llegó a las grandes masas.
- El cuboflash, para la toma de fotografías en interiores o en lugares con poca luz. Vea en este post del 4 de junio de 2010 un anuncio sobre su lanzamiento.
La lista es mucho más larga, y el día de hoy agregaremos otro artículo, la máquina de escribir. Los muchachos de mi generación sabíamos que estabamos creciendo, y dejando la niñez, cuando al entrar a la secundaria nuestras tareas debían presentarse en máquina de escribir. De niños pequeños ansiábamos dejar el lápiz y comenzar a usar bolígrafo, tal y como lo hacía papá, pero no nos era permitido hasta cuarto grado de primaria. El siguiente paso que se esperaba con ansia era usar la máquina de escribir, los modelos portátiles eran la
lap top de nuestros tiempos.
Es difícil para un joven de hoy entender el ritual que suponía escribir a máquina: tener cuidado de no cometer errores, o no demasiados, pues borrar lo ya escrito sin dejar huella no era posible, tener cintas de repuesto en épocas de trabajos finales, si se quería otra hoja con la misma información sólo había dos opciones (fotocopiarla o volverla a teclear), ajustar manualmente los márgenes, aprender a separar las palabras en sílabas (no había opción de justificación completa), y un largo etcétera.
Para los que crecimos escribiendo de esta manera, los procesadores de texto eran casi mágicos. Al escribir podían hacerse correcciones, eliminaciones o adiciones sin echar a perder lo ya avanzado, no había que preocuparse por los márgenes ni la separación de las palabras... es más, ni de la ortografía.
Comparativamente, las máquinas de escribir eran más caras, grandes y pesadas que una netbook moderna.